miércoles, 28 de diciembre de 2016

El hielo también quema.

Fría. De esas que no muestran los sentimientos. 
De las que se intentan hacer las fuertes. 
Distante por miedo a romperse, o a que la rompan. 
Sonríe - y se ríe - pero sabe que de ahí a ser feliz hay un gran trozo. 

Con los años aprendió a disfrutar de la vida. 
Canta en la ducha y cuando estaba sola en casa, por si alguien la escuchaba. 
Hace planes sabiendo que tres de esos cinco no llegarán a suceder, y ya ha elegido el nombre de sus hijos, sin saber que el futuro a tan largo plazo es muy incierto. 
Se frota los pies cuando tiene frío, pero tienes que haberla visto diecisiete semanas enteras para darte cuenta de eso. 
Las pulseras de la suerte en la muñeca, por si algo iba mal. Los gatos negros la daban suerte. 
Tenía tantos lunares que podías pasarte una noche entera contándolos y aun así te dejarías alguno escondido. 
Solo la tenías que(rer) demostrar un poco para que te lo diera todo. 
Le encanta escribir, y devorar libros. Imaginar historias. Y había una frase que le beneficiaba más que todos aquellos perjuicios que ella creía que tenía: 

"la llamaban fría, pero no sabían que el hielo también quema". 

Y un día a escondidas se derritió, sin principios ni finales, sólo había que congelarla para que existiera de nuevo.