lunes, 15 de julio de 2013

La puta realidad.

Hace tiempo descubrí que los cuentos de hadas no existen, que si quieres algo debes luchar por ello, las cosas no llegan solas y todo tiene su tiempo y su espacio.
El amor no se encuentra en el fondo de una copa en un bar de carretera, las penas no se ahogan en alcohol, ni hay que ahogar las lágrimas por mucho que uno quiera. Si necesitas llorar, llora, hasta que veas todo borroso, te escuezan los ojos y tengas ese pequeño hipo traicionero. Pero llora.
Que sí, que siempre tendremos en nuestras cabezas esa frase de "¿y llorando crees que las cosas se solucionan?" Pues claro que no, pero lo bien que sienta, qué. 
Claro que no va a aparecer el chico por el que mojamos las bragas debajo de nuestra ventana y nos va a decir que le tiremos el pelo para que suba a vernos como Rapunzel, primero porque nadie que me venga a la memoria ahora mismo tiene el pelo tan extremadamente largo y segundo porque ese tipo de cosas no existen. Como mucho te mandan un whatsapp y te dicen que bajes al portal. Y eso más bien pasa, pero te lo manda tu padre y te dice que bajes la basura. 
Cuanto daño nos ha hecho Disney ¿verdad?. Que si Blancanieves, que si lo piensas era bien guarra, conviviendo con siete hombres. Ahora mismo convivo yo así y lo más bonito que me llaman es guarra. Luego la Cenicienta, que la tenían explotada, ¿nadie se dio cuenta? Si la pobrecilla de todo lo que trabajaba hablaba con los animales y le ayudaban a hacerse un vestido. Y que decir que la Bella durmiente, a mi por hacer eso me llaman vaga y mi madre me dice que a lo sumo llegaría a cajera. Que oye, tal como está la situación hoy en día es un trabajo bien honrado, y de pequeños todos hemos jugado a ser tenderos. 
Pues eso, que en la realidad cuando quieres a una persona la cosa es mucho más jodida. Que decir que nadie sepa, que si el orgullo, que si los celos, que si esa me cae mal, que si ese es un baboso. Que está a la orden del día que en las relaciones de ahora discutir es como el agua para las plantas, las mantiene vivas, y a fin de cuentas, aunque vayas de cabrón en cabrón o de puta en puta durante años, llega el día que alguien te cambia la vida y desde entonces nada vuelve a ser lo mismo.