lunes, 7 de diciembre de 2015

Viendo la vida pasar sin catarla.


Hacia tiempo que no me pasaba por aquí, pero esta es una ocasión especial, porque para bien, más que para mal, se acaba este año tan caótico y desastroso. 

Echo la vista atrás y aún no me creo que haya pasado tanto, tan grande, y en tan poco tiempo. Me acuerdo cuando cambiamos de siglo, hubo hasta fuegos artificiales porque estábamos acojonados pensando que en el 2000 los ordenadores nos dominarían. y nadie supo que era totalmente cierto, porque dieciséis años después hemos visto como se quiere más a un móvil que a una persona.
No nos damos cuenta de lo rápido que está avanzando el mundo y de todo lo que estamos perdiendo más que ganando. Y con esto no me refiero solo a personas que han decidido dejar nuestros caminos, me refiero a todo lo que estamos perdiendo mientras vemos la vida pasar sin catarla.
Hemos visto como la humanidad se iba a la mierda por culpa de la tecnología y como a la vez ésta es capaz de salvar cada día más vidas. Hicimos caso a los mayas creyendo que el mundo se acabaría. Hemos salido a la calle para gritar no a la violencia, no a los asesinos, no a los terroristas. Hemos visto como lanzarse misiles era igual que lanzar confeti, como la vida de las personas no vale nada para algunos. Hemos destrozado el planeta cortando árboles, comprando coches, buscando petróleo. Hemos visto desastres naturales que nos han puesto los pelos de punta.
Hemos perdido y hemos ganado.
Porque todo el mundo ha tenido que decir adiós entre lágrimas o entre gritos, algunos para siempre, otros hasta pronto. Porque hemos sido fuga de cerebros y cáncer, y no el signo del zodiaco precisamente.
Me asusta pensar como en casi dos décadas ha pasado tanto, y lo peor de todo, como nos han pasado, por encima muchas veces, y en los peores casos. Ya se sabe, estas fechas son sinónimo de ponerse melancólicos, de mandar postales a personas con las que no hablas en los 364 días restantes, pero las dejas claro que estás así, a pesar de todo. De ver como la vida nos ha cambiado, por dentro y por fuera, pero sobre todo por dentro, porque nos guste o no, nos hacemos fuertes a base de heridas, algunas cicatrizan bien y otras no tanto.
Nos habremos arrepentido de miles de cosas y habremos estado orgullosos de otras muchas, como todo el mundo. Y  habremos llorado al recordar a personas que ya no están en nuestra vida, pero si en el mundo, porque hay veces que duele más eso que recordar a personas que se fueron lejos para no volver nunca.
Con las "malas rachas" hemos visto quien vale la pena y quien la da, por muchas desilusiones que nos llevemos, y por mi parte, sentir orgullo de tener a personas que son familia y familia que vale más que oro.
Ojalá no solo en diciembre nos volvamos mejores personas intentando saldar errores que hemos sembrado durante el año, porque perdemos mucho sin darnos cuenta, y a veces solo se necesita sonreírle al mundo para tirar hacia delante. Nadie dijo nunca que la vida fuese fácil y que si haces las cosas bien todo te saldrá bien. Solo sé que por mucha mierda que te traiga el destino, saca los dientes y grítale que tú eres más fuerte. Sonríe siempre, deja las malas caras y contestaciones bordes de lado y lucha por ser feliz. Hoy, por ser diciembre, y el año que viene por ser febrero, pero siempre. Al que te juzgue que le jodan, porque al fin y al cabo nadie es más que nadie para juzgarle, y si tantas ganas tiene de hacerlo, incluso sin saber de la vida de los demás, préstale tus zapatos y que viva tu vida. La de nadie es nunca un camino de rosas y las de algunos por desgracia está más que llena de espinas. Y recuerda, las penas como las alegrías en compañía siempre se llevan mejor.